
“La oposición dota de una serie de habilidades que acompañan durante toda la vida, también para el sector privado”
Siete de cada 10 españoles estarían dispuestos a dejar su trabajo en el sector privado para ser funcionarios públicos. En un contexto de volatilidad, de transformación constante del trabajo por la tecnología, son cada vez más los ciudadanos que deciden cambiar sus empleos en el sector público para prepararse unas oposiciones que les permitan obtener una plaza en un puesto de trabajo fijo. Una aspiración que aumenta cada vez más en trabajadores con años de experiencia y currículum, y que tienen miedo a un futuro en el que la falta de empleo les pille a una edad ya elevada.
Sin embargo, ser funcionario en España sigue estando lleno de prejuicios. Mientras se repite hasta la saciedad que somos el país con más funcionarios de Europa, se dice el sistema para acceder a los altos cuerpos de la Administración (jueces, notarios, o abogados del Estado, por ejemplo) es propio de otro siglo, que está obsoleto, que no es sostenible y que el funcionario es casi un privilegiado. Pero, paradójicamente, en los puestos especializados, como Abogados del Estado, Notarios, Registradores, Diplomáticos, … quedan plazas sin cubrir; y las plantillas de la Administración General del Estado se enfrentan a un envejecimiento significativo de su plantilla, con un 43,65 % de los asalariados públicos que superan los 50 años y que se enfrentan a una falta absoluta de reemplazo. Algo que ocurre también con algunas plantillas de otros sectores especializados, como el de la consultoría, donde los más jóvenes no están dispuestos a asumir un nivel de compromiso como el que existía en otras épocas.
La pregunta en este programa fue orientada a dirimir sobre las causas de esta falta de reemplazo en determinados ámbitos laborales, a la vez que se estudió el sistema de oposición en España, su método, su motivación y su adaptación al contexto social y profesional que se vive en nuestro país. Para ello, contamos con la presencia de Juan Pablo Riesgo, ex secretario de Estado de Empleo del Ministerio de Empleo y Seguridad Social del Gobierno de España y actualmente socio en Ernst&Young; y Alberto Quintana, abogado del Estado, experto en Digitalización e Inteligencia Artificial, actualmente en la Secretaría de Estado de Inteligencia Artificial.
Para Alberto, que ha vivido la experiencia de estudiar una de las oposiciones más difíciles que existen, las de Abogacía del Estado, la vocación es consustancial al proceso, sobre todo en aquellas como la suya que supone el estudio de unos 450 o 500 temas y una férrea disciplina. Aquí juega un papel fundamental la memoria. Porque, aunque el conocimiento está en internet, dota de una serie de habilidades que acompañan durante toda la vida: “te exige madurez, capacidad de sacrificio, gestión de las emociones a largo plazo, etc”. Unas habilidades que también sirven para el sector privado, que valora de una forma muy positiva el capital humano que sale del estudio de una oposición, como explicó, por su parte, Juan Pablo Riesgo.
A pesar de todo ello, la función pública en España está llena de estereotipos: se dice que las oposiciones no están adaptadas a las necesidades actuales de la administración, que es menos productiva que el sector privado, y que no hay sistemas para evaluar el trabajo de los funcionarios. En opinión de Riesgo, esta visión está cambiando mucho, sobre todo tras la pandemia. Tampoco está de acuerdo en que haya un problema de rentabilidad, puesto que un directivo medio en el sector público carece de un salario variable y, además, cobra mucho menos que un directivo en el sector público, aunque tenga una gran responsabilidad. Por eso, insiste Quintana en el carácter vocacional, que hoy cada vez está más diluido en los jóvenes a la hora de decidir el futuro profesional o vital o asumir los compromisos. “En la medida en que los jóvenes están más acostumbrados al cortoplacismo, también resulta dificultoso plantearse la oposición como respuesta”, apuntó.

En este sentido, Juan Pablo Riesgo, que gestionó hasta 2018 la secretaría del Ministerio de Empleo y Seguridad, explicó cómo las motivaciones hoy han cambiado: la extrínseca, que es el trabajo por un salario o una estabilidad, ha dejado de ser una prioridad; y ahora lo que se busca son otras cuestiones relacionadas con el vínculo emocional, una posibilidad mayor de tiempo libre y de que el trabajo genere impacto en la sociedad. Y eso, de alguna manera, condiciona la estabilidad laboral, familiar y el acceso a la vivienda.
Durante el coloquio se habló también de otras cuestiones, como la adaptabilidad a la transformación digital y la crisis de credibilidad de las instituciones. Alberto Quintana cree que, de alguna manera, lo primero está relacionado con lo segundo. “La multiplicación exponencial del acceso a la información hace que cualquier persona pueda también formarse un criterio propio, que no esté tan determinado por lo que opina la autoridad competente. Pero el reverso negativo de todo eso es que ahora cualquiera puede opinar de todo, con un conocimiento superficial que ha podido adquirir a través de cualquier red social o inteligencia artificial. Y eso hace que se debilite también el concepto de autoridad y el individualismo. Las personas estamos cada vez más conectadas, pero a veces más conectadas digitalmente y más desconectadas humanamente. Y ese individualismo también hace que una persona centrada en sí mismo también desconfía de sus instituciones o de su entorno”.
Sin embargo, no todo es negativo en la digitalización. Supone una mayor eficacia y eficiencia, pero precisa de formación en habilidades y en valores. Algo que debe plantearse desde el comienzo de la etapa educativa.
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